viernes, 2 de enero de 2015

88

Estos días los he pasado tranquilo, algo fuera de órbita, drogado para expresar con más claridad el estado en que me mantengo, sedado, aletargado y sin chiste, manteniendo una mueca que parece sonrisa para que los demás no indaguen, no cuestionen más allá del "¿te sientes bien?".

Mis pensamientos alejados de la realidad y el dolor físico que los acompañan se han ido reduciendo, a la par, he tratado de no sentir más la tragedia y la angustia, convenciéndome que vivo lo que he querido vivir, y que asumo el futuro que en el pasado me forjé. Así son las cosas para mi, porque elegí que así fueran, nadie controla la situación, solo yo, y lo que los demás me quitan y me dan, son consencuencias variables de lo que en alguna ocasión yo causé. Me moveré con la corriente, para calmarme boca arriba mientras miro las estrellas, me dejaré llevar a un lugar lejos de aquí.

Has aparecido en mis sueños, pero ya no es lúcido el recuerdo, ayer, de madrugada desperté con una idea que sigue en mi: "tu amistad es bipolar..." quizás porque tiene momentos alucinantes, eufóricos en que me entregas más compasión de lo normal, donde creo y destruyo en fracciones de segundo, cuando vuelo y caigo hacia y por ti; y después, al rato, me quedo vacío con la realidad de la que soy ajeno, por estar enajenado, mi otro yo vagabundo, loco, oscuro y deprimido, fatalista, mortal. Nada cambia si te hablo o ignoro,  tu naturaleza me es lejana, y tus sentimientos son otros, son distintos, más concretos, mejor delineados y acomodados, pero no dentro de mi. En cambio, no lograr efecto en ti, hace que me extravíe, que me ponga bipolar, fantástico, ilógico, fatídico, impulsivo, repulsivo.

Es indebido pretender alivio hablando contigo, una cura costosa y difícil de tragar, tu amor o lo que percibo como tal, poniéndolo en relieve, es un peñasco que yo mismo labré a tierra y lágrimas, barro endurecido al tiempo, y que al subir a la cima me permite observar el verdor de tu valle, el calor de tu sol y el abrazo de tu luna. No me debes nada, pues yo me cobré todo hace tiempo, yo te debo mucho oro y mucha plata que tiré en el mar abierto de mi consuelo, sin enseñarte a nadar. Tiré todo lo que te debía, mirando las monedas hundirse hasta lo profundo. Siempre fuiste rica, y no necesitaste buscar cada una de ellas, navegar en altamar ni bucear por debajo de la luz, ni con ella alumbrar mi negro corazón.

Eres ajena a mi, lo sé, porque siempre yo busqué tu lejanía...trocé con la boca los hilos de tu bondad, y traicioné lo sagrado que había en ti guardado para mi. Eres alguien distinto a quien quise mal, eres la mujer que dejó la carencia para su bienestar, y contra eso no tengo objeción. Nos dejamos ir, nos pagamos mal, me amaste tanto que perdiste la noción del necesitar, yo te amé tan poco que extravié la sensación de perderte lentamente y no poderte recuperar, sin cambiar, sin mejorar, sin crecer, volar.

La transición ha sido una tremenda experiencia que ha dañado a mi alrededor cada árbol, cada nube y cada persona, cada camino, cada piedra y cada paisaje. Es complicado y casi imposible mirar con otros ojos, mucho más amar sin amarse lo suficiente, tan importante que eres para mi, tanto como para dejarme morir en tus brazos, hallar el perdón de tus caricias y revivir unido a ti, a tu dulzura, a tu consuelo.

Te pido perdón con mi último aliento, no quiero llevarme más a la tumba, no quiero llegar tan lejos ni acercarme demasiado, porque duele, porque pierdo. Sé que me equivoqué contigo, que le fallé a todo lo que protegiste con cariño. Traicioné tantas veces lo que ahora extraño, que no me engaña tu distanciamiento, me demostraste qué tanto se puede dar y el hueco que en tu ausencia, la carencia crea al día de hoy, al final.

Lloré tu amor sobre la almohada, grité tu nombre al mar, al cielo y a la tierra mientras nadie más me escuchaba, pensando que sólo tu lo hacías aún estando lejos, apuré mi imaginación para verte por las calles, y dormido te he deseado mucho, demasiado. Pero nada de esto me alivió, me extrajo quirúrgicamente eso que tanto me duele. Preferí vivir desahuciado a curarme en tu vientre noche tras noche, elejí darte la espalda cuando me rogabas un abrazo y día a día contemplo tantas cosas que no te pude ofrecer que me arrepiento de haberte enamorado sin siquiera yo saber qué era eso... No soy ya tu soporte vital, aprendiste a hacer tu vida lejos de mi y al recuerdo sobrellevar. Odio que seas libre porque nunca pude liberarme de mi mismo, odio que seas feliz lejos, porque yo sufro que no estés cerca. Me odio tanto por hacerte infeliz ayer, y que sin ti así me sienta hoy. Porque te fuiste pidiéndome regresar, mientras yo te corría de mi, cuando en realidad, me sentí un cobarde que más nada te podía ofrecer. Recuerdo y cargo conmigo ese último beso, y las palabras que dije y que dijiste, de cómo te escondiste detrás de esa puerta y yo apresuré el paso, pensando sin pensar. Dirigiéndome a cualquier lugar, dejando atrás nada, olvidando nada, sufriendo todo. Nos mantuvimos en espera, pero ninguno volvió, la última oportunidad de que regresaras por mi, te fuiste más lejos aún y yo hice lo mismo, no hubo adiós, no hubo despedida ni reencuentro póstumo, no hallé el retorno para regresar a ti.

Enterramos el silencio y las palabras caídas en las batallas de interpretar, de comprender, de aminorar, de jurar sin institución, palabras que guardaban un perdón en cada letra oculto. No somos diferentes, quisimos ser ajenos, no quisimos ser alternos, somos inherentes. No somos la lección dejada que aprendimos al sufrir de más, somos el sufrimiento que la lección de aprender de más nos dejó. Nos alejamos por saber que no debíamos continuar, por desear menos, para complacernos más.

Al tiempo, tu fuiste de quien me enamoré sin entender, sin asimilarlo, sin quererlo, nunca supe ponerme en tu lugar, ni tu supiste encerrar a este loco en la celda de tu pasión. Mañana despertaré agitado, tras haber soñado nuestra eterna aventura, despertaré cansado de decirme que no eras para mi, pero seguiré estando a tu lado, aunque no quiera, aunque no entienda, aunque no lo asimile, porque eres tu la fuente, de mi vida y en mi corazón una amarga dulzura.

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