martes, 6 de enero de 2015

95

Poco a poco durante el día me envenenas, inundándome de ti, recorriendo tus aguas mi cuerpo, haciendose sudor que escurre por el zurco de la espalda y sangre que circula por mis venas, secuentrando mis brazos, amarrándolos a tu cadera, por encima de tu vientre, por debajo de mis penas. Desnúdate ante mi y siente mi piel también expuesta, no digas nada, todo lo sabemos, ya desgastadas están las palabras y cansada la garganta de gritar al viento, hagamos realidad cada sueño perdido en nuestro laberinto adentro. La confusión del adiós desencaja en los momentos que recorren mis pensamientos, reproducen ese beso contenido, mudo, extraviado en la negrura del miedo, ese beso que robé de tus labios y que sellaron las palabras que no quisimos pronunciar más. Te busco ciego y te encuentro donde siempre, cuando aprendo con cada caída que no volverás pronto, donde el frío polar que sobreviene al fantasear con tu cuerpo, se cuela y cala profundo. Me he dado cuenta que no puedo ser feliz ni sentirme tranquilo sin ti, porque donde te encuentres tus ojos me reclaman y tu piel me da cobijo porque está hecha para mi. Sin ti, existo poco, porque eres la verdad de mi vivir, la luz, la ilusión que tiembla por sentir en mi pulso tu corazón, y en mis latidos, tu poder de amor.




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