viernes, 26 de diciembre de 2014

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Ensayo y error, y lo único que aprendo es que no puedo sentirme mejor sabiendo de ti. Hoy te pedí que me mandaras fotos tuyas, intentando disfrazar mi verdadero interés en la broma de tu sobrepeso, un interés desmedido y peligroso. Al verlas, se me revolvió el estómago, casi vomito y la ansiedad paulatinamente en incremento me puso a temblar, me falta coordinación en los brazos y todo alrededor dejó de existir como tal. No puedo con esta sensación, es muy fuerte, no puedo contenerla y la inquietud me deja desolado, inmundo, infeliz.

Te extraño desmedidamente, te necesito, pronunciar tu nombre es remedio y es veneno, mirarte aunque sea en fotografías es volver a enamorarme o recordar lo que sin comprender me hacías sentir. Tu ausencia me duele, me carcome y supuro lágrimas que no se reabsorben. Mirarte es perder el control de mi mismo, caer en picada y no morir, hay días que quisiera hacerlo...

¿Dejarnos? es la peor decisión pero la más conveniente,  es mejor en algunos y peor en otros ratos, cuando lo medito, concluyo que hay un balance entre el beneficio y el perjuicio de amarnos y no tenernos. Pero ¿es posible que el amor pueda ser falso y verdadero a la vez? Llevo la respuesta clavada en la herida que dejó nuestra partida y que no cierra, que el miedo dejó abierta. La dicotomía en acción no representa una propiedad del sentimiento, una decisión o mucho menos un destino.

Perdóname por lanzarte mis pensamientos como piedras, yo mismo he escalado la montaña para ver el amanecer y respirar tranquilo en la frescura de cualquier mañana, pero me he caído, y el derrumbado espíritu pesa sobre mi, desde mi lecho inerte aviento esas piedras a tu vacío esperando alcanzarte, que vengas a mi rescate, cubrirme en tu halo y evitar que me degrade.

Te has convertido en la metáfora que impulsa la poesía disfrazada de rutina, en el viento que me lleva y trae de vuelta y en la música que calla el ruido de la ciudad. Eres el noventa por cierto de mis pensamientos y el diez por miles de mis alegrias o de mis dolores, a veces no distingo. Oculta estás detrás de un árbol y por debajo de las hojas que el otoño le tumbó, en medio de su sombra y de mi calor.

Estamos iguales creyédonos distintos, somos dos enamorados fingiendo no amarse, mirando hacia otro lado,  buscando calma, que nos colme hasta mutuamente olvidarse. No como un deseo imperante, sino como una senda hecha por nuestros pasos, como un surco trazado entre las nubes, moviéndonos juntos al mismo lugar. No como un deseo o necesidad de cambiar dónde vivimos, sino por la desesperada búsqueda de la respuesta a la pregunta que nunca hicimos.

¿Qué?, ¿si te amo? | Si, ¡que te amo!. | Que te amo, ¡sí! un simple cambio en las palabras que ya existían en nosotros, que ya sabíamos, exclamadas por nuestras dudas más profundas, tanto que no observamos tal descuido. La respuesta está en la pregunta porque la pregunta compone la respuesta, como nosotros conocemos nuestro destino.

--Algunas de estas palabras son extractos repensados de la conversación que tuvimos hoy por la mañana--

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