viernes, 19 de diciembre de 2014

72

Me desperté con tu nombre en mi boca, fué un pensamiento fuerte o una pronunciación poco audible...no lo sé, seguía adormitado. 

Ayer por la noche llegué cansado, un cansancio que viene no del cuerpo, un agotamiento mental tras haber recorrido cincuenta kilómetros de pensamientos y nadado otros veinte en el mar de tus fantasías. Llegué directo a la cama, y como en raras ocasiones, el sueño me desmayó pero justo antes de perder la consciencia, ya con los párpados cerrados se proyectaban sobre mis ojos imágenes tuyas, como si pudiera verte dentro de un espejismo, te veía como si estuviera detrás de un cristal empañado sin que tu lo supieras, como invisible. Me tomó por sorpresa esta experiencia que ya no distingo dónde fué creada, ya no comprendo cómo puede pasarme esto, una alucinación vívida, un sueño lúcido. Me gustó pero me dejó intrigado, sospechando que el síntoma de tu lejanía se manifiesta polimorfa, atemporal y sin control.

Una hora antes de esto, estaba realizando una llamada y dije tu nombre, te mencioné en esa ocasión, aunque ya me ha sucedido pensarlo tan fuerte que me confunde no pronunciarlo. Una palabra automática que debo expulsar, gritar tu nombre. Cuando pienso en ti, la materia se transforma en formas insospechadas, en aire, en suspiros, en energía que me hace temblar, en acústica, en una melodía, de ti la música viva, encarnada, en polvo, agua, lágrimas, en química y metafísica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario