martes, 30 de septiembre de 2014

23

Necesito decirlo, me siento asfixiado por una sensación de la que desconozco su procedencia, su forma o su color, por lo que opto por reencontrarme de vez en cuando (como hoy) con ese aburrimiento y desesperanza que a veces  me aturde, como si faltara algo en mi vida, sin poder descifrarlo por la tumescencia y falta de claridad en mis pensamientos. En este estado, tiendo con mayor intensidad a recordarte, porque llego a creer que no verte me lo provoca, porque llego a creer que quiero correr a verte y todo lo demás.

Quisiera irme de aquí, distraerme o buscar un motivo que me mantenga de pie, no sé si a tu lado, al menos cerca de ti...quisiera no sentir obligación alguna conmigo mismo, con los demás y dejarme caer, quizás volar con el viento en un cielo azul salpicado de blancas nubes y aterrizar en un campo suave y colorido, entre árboles altos y frondosos: el paraíso que todos merecemos, en el que todo sea simple, y lo simple sea suficiente, y lo suficiente sea justo, y lo justo para mi seas tú.

Tengo miedo de estar tan enfermo, tanto como para amarte de forma enfermiza, y la consecuencia de todo esto es una complicación rumiativa, sin solución, contestaciones interiores respondidas con exabrupto, altanería, prepotencia, incongruentes como consecuencia de mantener un constante dolor, una agresión potencial en pie y las armas disponibles para cualquier ocasión. Una reacción común de un animal en peligro de muerte, ante el miedo de ser devorado, ante el propio sufrimiento frente a lo que le atormenta y atemoriza. Estas luchas internas conmigo mismo me extravían en el insconciente, alejándome de toda realidad que pueda hacerme sentir más seguro, más tranquilo, inequívocamente lejos de ti, como siempre lo hice, avanzó el tiempo pero retrocedí contigo, creció el dolor y amainó el interés al amor de los dos.

Las tendencias de autodestrucción albergan una sed por derrumbar mis intentos, sí, fallido intentos de reconsiderar el camino propio de la angustia ajena, de la tristeza tuya y la distancia mutua. En la mitología existe un ser capaz de convertir lo que toca en oro, siendo así una bendición y maldición como tal, mi capacidad para derrumbar ilusiones, marchitar emociones y carcomer el corazón de otras personas viene como una maldición ante la imposibilidad de amarte en la forma más pura como tu lo hiciste, y una bendición que se superpone a la tragedia de tu dolor: tu logras el amor en tus manos, en tu mirada, en la trascendencia de tu voluntad por encima de cualquier dolor, tu esperanza es fuerte y alta. Vivirás sabiendo que eres una mujer que me tocó como ninguna antes, que me amó como ninguna jamás lo hará después, y que, pese a mi maldición, sigue viva y sigue bien.

Yo no puedo continuar adelante sin menoscabar cada esfuerzo, siento que sigo en el mismo bache, en el mismo agujero en el que siempre he estado, de donde me quisiste sacar, de donde no podré salir. Cuando me pedías que volviera, que lo intentáramos una vez más, no pude seguir lastimándote, engañando tu corazón con mi propia mentira de vida, por eso, quise alejarme de ti, aunque no quería...fué por tu bien, y porque no lo merecía...

No hay comentarios:

Publicar un comentario