viernes, 28 de noviembre de 2014

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Desperté buscándote en la madrugada, unas veces miré una almohada, otras veces otro pelo, y ese mismo desconsuelo me dejó en medio de la nada, nunca pude reponerme de esa ausencia morena, de tus besos, de tu miel, tanta búsqueda encontrada, nos dejó llenos de todo y dueños de nada. No queda descanso para el alma donde te espera mi nombre, mi esencia.  No hay abrigo en otro engaño, un amor de este tamaño no tiene cuándo ni dónde...

Sombra, sol, fuego, noche y luna en complicidad que eclipsan el tiempo, miradas que van más allá de las palabras, que buscan desnudez y encuentran estampas llenas de amor, difusas, frágiles, ligeras al viento y pesadas sobre la piel, tatuadas.

No hubiera preferido adelantar el evitarnos, aún con tanta discusión, tanta lágrima, tanto dolor que no estaba escrito, un efecto secundario de aprender la lección de jugar con el amor, siendo víctimas más que victimarios, escribiendo con carne una leyenda de lo que no creció en nuestros corazones. ¿por qué fué así? ¿por qué arriesgarse tanto? No fuimos lo que queríamos ni curamos nuestras heridas, la culpa es de los que fueron adivinos sin desearlo, mucho menos planearlo, no fuímos ni tu ni yo, solo fuimos.

Mi vida reaparece pasada la mañana, pues cierro mis ojos tarde, ya de madrugada. Me despierto con la sensación de haber perdido una batalla, fuí yo el que se marchó dejando todo, fuiste tu quien cerraste las puerta y te llevaste nada, me quedé en medio de la calle quieto como estatua. Regrésame el valor, guárdame tu amor, tus episodios me hacen respirar por donde sangro. Te he buscado en otros brazos, y tratado de cambiarles el nombre insensátamente, La soledad que pedía cuando estaba a tu lado ahora me reclama, me grita que soy el culpable de tu partida. Nunca terminamos de empezar esta historia, no terminamos lo que empezamos y ahora, tengo un santuario, un monumento, un tributo a tu amor al que regreso a orar a todas horas, a saciar esta locura.
















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