jueves, 30 de octubre de 2014

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Cuando pienso en ti, se me entume algo dentro, la sensación es de una compresión del pecho que irradia otro tanto a los brazos, algo similar al impacto adrenalínico que acompaña al miedo o el dolor emocional, no físico de momento, pero que igual hacia allá se dirige.
Cuando pienso en ti, se me olvida respirar, o me falta el aire por alguna razón no comprendida, mis ojos dejan de ver y mi cuerpo en general sufre una parálisis interrumpida por el aún más poderoso deseo de hacer algo para desahogar lo que estoy sintiendo. A veces escribir sirve, escuchar música y cantarla, a veces tocarme para buscar consuelo mediante fantasía e irrealidad experimentada.
Cuando pienso en ti, mis sentidos te buscan sin patrón alguno, mi boca te pronuncia seca y marchita, y mis memorias te persiguen en la oscuridad, golpéandose contra las paredes del laberinto de extrañarte, amarte y no tenerte.
Cuando pienso en ti, mucho de mi deja de existir, todo alrededor definitivamente se detiene, y no me importa si experimentar el mundo así sea una tragedia, pues esa angustia que ha carcomido mi interior, dejó un espacio vacío en donde debía estar tu amor noche tras noche, asi que mi inexistencia en el vacío me hace antimateria, me neutraliza ante cualquier energía visible. ¡Desaparezco!
Cuando pienso en ti, el énfasis en una luna abrillantando las nubes que la enmarcan, las notas de una melodía aparecida por casualidad casi intacta, la mordaza rota de un ave con cada amanecer, la lluvia y lo fría que puede ser, desfaza mi tiempo, los minutos y sus segundos, acomoda las manecillas apuntando a la ilusión de acercarme a ti sin que lo notes para decirte que la hora de estar juntos ha llegado.
Cuando pienso en ti, es indescifrable tu significado, y a falta de mejor explicación, elijo tenerte sin contemplar lo ruin de no saber por qué, y a causa de tu ausencia, contemplar el fracaso de mi debilitado amor que te ofrecí.
Cuando pienso en ti, me atraviesa el insomnio sin resistencia, la almohada toma tus formas, y la sábana tu calor, el silencio es útil para hundirme en la cama y acobijarme con tus recuerdos, me vences, me tomas, me dominas hasta las entrañas.
Cuando pienso en ti, el paraiso abre sus puertas, el aire perfumado de tu respiración se hace mi oxígeno, los colores se opacan y tu luces más brillante, tus manos delicadas y firmes me acarician de nuevo, tus pies se enciman con los míos apaciguando el brumoso frío; las constelaciones, estrellas, nubes, lunas y soles nos protegen, y cuando pasa eso, te abrazo, te rodeo, te amo nuevamente.
Cuando pienso en ti, tu amor alquimiza las rocas en miel, el fuego en lágrimas, las gotas de agua en letras y palabras, el viento en caricias y la oscuridad en luz sin mediar fuego ni agua ni viento.
Cuando pienso en ti, todo comienza a rimar, parecido a un encantamiento, un rezo divino, una plegaria alzada a tu bondad, a mi fe y nuestra esperanza, los versos se alargan hasta ti buscando saciedad, plenitud y complemento, las canciones se amansan y reposan sobre tus hombros, juntito a mis besos que ahí ya estaban.
Cuando pienso en ti, sé que quiero estar ahi contigo, morir en tus brazos y renacer para ti, servirte y complacerte, entregarme ciegamente hasta el fin de la luz que me brindas en nuestra comunión.
Cuando pienso en ti, me llenas al tiempo que me vacias, me faltas pero a la ves me completas, me iluminas tanto que me oscureces y me das cordura cuando sé que estoy enloqueciendo, me sorprendes para luego desilusionarme, me tomas pero sé que pronto puedes dejarme.
Cuando pienso en ti, me faltas y mi espíritu te exige, me obliga a beber de tu sudor hasta calmarse, hasta volar a donde pueda refugiarse, no sé dónde, no sé cuándo, no sé cómo, pero regresa a mi cuerpo a repetir el ciclo infinito hasta ti. La dulzura de dibujarte desnuda en el atlas de tu cuerpo me enbriaga por las noches, me mantiene alerta a tus señales, a la manifestación de tu ser,  por más pequeña que resulte, por más grandeza que su inspiración demarca.

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