martes, 10 de febrero de 2015

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Extraño tus besos de labios delgados y suave tacto, de presión esquiva y humedad paciente, a veces no puedo callarlo, aunque puedes pedirme que se lo diga al viento o al mar, para que vuele lejos de ti o se hunda en la profundidad, eso no hará que deje de existir en cada inmensidad.

Es un amargo consuelo, un necio adiós que se dijo sin querer hacerlo, un doloroso final que no encuentra razón de ser albergado en nuestros corazones que se aceleraron por correr, por huir, por ir lo más lejos posible, y ahí encontrándose agotados, se detuvieron sin lograrlo, regresando derrotados al ser, pero llenos de esperanza por saberse enamorados, por eso escribo, tratando de hallar paz, de encontrarte en ella, que me correspondas en la manera más íntima con esa pasión de tu amor que así como la mía, guardas paciente, tibia, evidente.

Ann, nunca dejaré de escribirte, de explicarte con palabras lo que con paciencia día a día forja mi destino, hablo del lugar al que con tu camino pretendo alcanzar. Puede ser en vida o quizás más cerca de la muerte, pero llévalo presente, que vives en mi y que nunca te volveré a abandonar.


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