martes, 12 de mayo de 2015

158

Viernes 17 de abril, platiqué contigo de varias cosas, de tus planes, de los míos, del bienestar que procurábamos en cada decisión cotidiana, intentando proyectar un futuro mejor. Hablamos un poco más de treinta minutos, que para estas alturas la escasa comunicación de dos amigos autonombrados como tal, se aprecia y atestigua como un recordatorio del cariño que se siente como amor, y como amor que parece más odio a veces, pero que que se asimila dentro de otras tantas emociones calladas bajo el sueño durante la madrugada y al despertar en una realidad paralela.

No pude marcarte una vez más antes de casarme, pero debo decir que te mantuve presente durante toda la semana previa, y hasta ahora que te has aparecido en mis pensamientos, decidó escribirte...

Sigo pensando en la carta que me prometiste entregar el viernes 24, me he preguntado de qué hablarías en ella, ¿es una carta de perdón o una carta con maldiciones entre versos? ¿es una invitación al eterno de sabernos uno o una despedida necesaria, agresiva y letal? ¿es una descripción de lo que sientes o una explicación de lo que no pudimos sentir?

Antes, cuando me escribías, mostrabas cierta dificultad para expresarte del todo, sin embargo, me gustaba preguntarte sobre cada palabra para desmenuzar tus pensamientos y emociones que escondían, pero ahora es diferente, tal vez no quiera involucrarme ni inmiscuirme, porque la verdad, la que cae sobre nuestra historia, la parte fea e inverosímil ante la mirada de dos que se aman a su modo tonto, loco, enfermo y escurridizo, esa verdad no gusta, y resulta curioso que duela más aceptar que nos herimos una y otra vez hasta desangrar el amor y lo demás, que la herida abierta y supurante.

Ante tal situación, quisiera leerte y al mismo tiempo no buscarte, pero una sed de ti me inventa pretextos para hacerlo, para intentar ser tu amigo cuando la decisión implica una dicotomía expuesta en cualquier esquina de nuestro cuadro romántico o afectivo, lo que sea. Hay palabras que se interceptan y entremezclan en el aire y emociones que a ras de piso se destruyen entre sí, pensamientos que desde adentro estallan y sensaciones que implosionan neutralizándolo todo. Causa y efecto, efecto y causa se confunden para sellar las palabras en su tumba original y mantener a flote la embarcación ante la tempestad de no olvidarte y peor aún, de pretender que todo puede seguir igual que antes. ¡Así es! dentro de mi, merodea esa fantasía que solvento para aliviarme, para estar en relativa paz cuando te avalanzas sobre mi.

Insisto en buscarte entre la gente, y hallarte en mi memoria, eres tan real en mi que debo inventarte algunas noches, y desahogar un poco más de lo que cargo encima. Creí que era un sentimiento extinguible, un recurso no renovable que pronto consumiría, a veces, me apresuré a beberlo, a masticarlo, a disfrutarte entre tantos sueños para un día despertar sin esta melancolía, pero no se agota, solo se mantiene brotando como algo que a veces no tiene forma, color o aroma, no me sabe, no me satisface, aunque no me alimentes, te prefiero así que no tenerte entre mis manos, aunque te escurras de ellas y caigas en mi vacío, mientras sea mío, mía permanecerás, hasta que muera de hambre supongo, o el vacío se llene de algo más insoportable que tu amor a la distancia.

Te extraño...




No hay comentarios:

Publicar un comentario