martes, 12 de mayo de 2015

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Me prendía de tu cuerpo antes del amanecer, antes que nos diera el sol, mientras dormías, te acariciaba en la oscuridad. Yo besaba suave cualquier parte de tu piel a donde llegaran mis labios, te abrazaba más fuerte sin despertarte, para que me sintieras dentro de tus sueños y me recordaras en ellos...

Después de la una de la madrugada, ya entrado en el sueño, algo que consideraba un inconsciente apasionado me levantaba de repente, casi sonámbulo te tocaba, con cuidado sutil, para no despertarte, y así mientras dormías pudieras soñar con ese calor que incitaba en ti. A veces semidormido buscaba con desesperación besar tus senos y el calor indescriptible que me envolvía nunca más lo he vuelto a sentir, es más, antes de ti, no lo conocía...

Escapaba para no explicar cosas del pasado, como un frío egoísta sin mirar atrás, pero ahí estábamos palpitando a un mismo latido, sincronizando con el alba las miradas mientras tu pelo recogido salpicaba la almohada. Y desvelados párpados abrías ante mi desconcierto, sonreías, luego me besabas y te reconfortabas en mis brazos, anidando las ganas de no separarnos, de creer que nunca te irías. Nos enamoramos más y más cuando al hacer el amor creímos que el final de la pasión de largo pasaría. Me obsesioné en curarnos en la cama y no con palabras. Fué así, te extraño enamorado aunque lo diga al borde del precipicio, del camino que juntos recorrimos. Valió la pena, vivir intesamente, y triste la condena, no crecer juntos, como pareja.

Era nuestra felicidad intacta por momentos que como imán nos atraía, endulzados con el néctar del floreado jardín en el que reposábamos agotados de lo demás, y como las nubes a la noche le envolvían, dejando entrever las salpicadas estrellas iluminando nuestro destino, tu voz anunciaba la canción del corazón que temeroso se escondía.


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